Portal de Molina, 10
44100 Albarracín, España
+34 978 71 02 80 +34 610 21 55 56
http://www.restaurantealcazabaalbarracin.es
Desde la más lejana prehistoria estuvo poblada Albarracín y sus tierras, como prueban las pinturas rupestres del Rodeno.
Sobre castros celtas surgió la población romana, que al cristianizarse se llamó Santa María de Oriente.
Con la invasión musulmana llegó aquí un grupo berberisco de la tribu de los Ibn-Racin, que le dio su nombre de villa. La disgregación del califato de Córdoba del que dependía, produjo su independencia como reino taifa musulmán, que tuvo tres reyes y duró 94 años, pero con la llegada de los almorávides a Al-Andalus, Albarracín pasó a depender del Reino de Valencia.
Posteriormente, por cesión, pasa a manos de la familia cristiana de linaje navarro de los Azagra, que harán de esta ciudad un Señorío Independiente de Castilla y Aragón desde 1170, creando un obispado propio y haciendo prosperar su economía basada en la ganadería, el comercio y la industria de la lana, para lo que contaban con batanes, telares y molinos.
Tras el fracaso de conquista por parte de Jaime I en 1220, es Pedro III de Aragón quien la conquista en 1285, pasando definitivamente a la Corona de Aragón en 1300.
Emplazada en una colina de los Montes Universales, es ciudad medieval que se asienta en el istmo y la península que forma el río Guadalaviar. Está rodeada en sus cuatro quintas partes por un profundo tajo que hace de foso defensivo, complementado por el imponente cinto de murallas que culminan en el castillo del Andador.
Cuenta con abundantes monumentos, como la Iglesia de Santa Maria, la Catedral, el Palacio Episcopal, algunas mansiones señoriales, entre las que destaca la de los Monterde, y una peculiar arquitectura popular donde destacan la casa de la Julianeta, la casa de la calle Azagra, la plaza de la Comunidad y la pequeña y evocadora Plaza Mayor.
Pero el encanto de Albarracín está sobre todo en el trazado de sus calles adaptadas a la difícil topografía del terreno, con escalinatas y pasadizos y en el conjunto de su caserío de muros irregulares, de color rojizo, con entramado de madera, en difícil equilibrio, con aleros que se tocan. Una característica diferenciadora de la ciudad de Albarracín respecto a los pueblos de la Sierra es el empleo abundante de las estructuras con entramado de madera y tabicones de yeso rojizo que confieren el color característico al conjunto. El yeso es material característico en Albarracín, más incluso que la piedra. La arquitectura de madera y yeso es más liviana que la de piedra, lo que reduce el volumen de materiales a utilizar, y en el caso de la ciudad economiza el costo de la obra por la dificultad de acceso de los mismos a ésta.
A pocos metros de la Plaza Mayor de Albarracín y subiendo hacia la Casa de la Julianeta y el Portal de Molina encontrarás el Restaurante Alcazaba, uno de los puntos gastronómicos de obligado paso en tu visita a la bella ciudad de Albarracín.
Aunque el Restaurante Alcazaba se funda en 1974, no es hasta el año 2012, que sus actuales propietarios, Octavio Collado Villalva y Elisa Punter Placencia renuevan el restaurante que se encuentra situado en la planta baja de la Casa de los Collado, edificio que data del año 1560.
La barra tiene un magnífico mural realizado en cerámica de Teruel.
La decoración es cálida y acogedora, provocada por los tonos rojos de sus manteles y con los techos con vigas de madera de pino; el mobiliario rústico con elementos modernos, la pared del fondo está excavada en la roca y elementos de cerámica.
La cocina del Restaurante Alcazaba recupera la tradición gastronómica de la Sierra de Albarracín, adaptándola a los paladares actuales.
Muy buen local, muy ambientado. Las mesas no muy juntas y no muchas. Y acompañado de un BUEN servicio. Nota bastante alta. Salimos a 24 euros por persona.
Para empezar nos sacaron un pan de masa madre, aceite y varios tipos de sales para acompañar. Y a continuación, sopa tostada (vertiendo un sofrito de ajo y pimentón sobre una sopa caliente de pan de hogaza y patatas panaderas en una cazuela de barro), potaje serrano, jerigota al huevo (un pisto de verduras con un huevo frito encima y antes de comer se trocea el huevo y se mezcla con el resto). Todo estaba original y muy bueno.
De segundos cordero a la pastora (estupendos), jabalí al vino tinto (muy bueno) y trucha con jamón (buena). Todo regado con cervezas, coca colas, agua y una botella de Viñas del Vero. Más unos postres y unos cafés.
De segundos cordero a la pastora (estupendos), jabalí al vino tinto (muy bueno) y trucha con jamón (buena). Todo regado con cervezas, coca colas, agua y una botella de Viñas del Vero. Más unos postres y unos cafés.
Muy buen local, muy ambientado. Las mesas no muy juntas y no muchas. Y acompañado de un BUEN servicio. Nota bastante alta. Salimos a 24 euros por persona.
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